Para estas navidades...

Una novia que corra para tomar el colectivo,
mantener mi acento,
un padre optimista, muy seguro de su inseguridad.

Leche caliente que no queme,
un submarino de verdad,
y que se pinten la cara antes de llorar.

Que la mesa camine.

Que alguien me ayude a escribir esta poesía,
que me saquen a bailar.

Y que, Jimi, de una vez por todas,
Jimi deje de pedir perdón.

La montaña frontera

Nadie me preguntó para darse el permiso
de poner una valla en mi camino.
Vaya gracia... Tantos años
como el árbol de un amigo
llevan transitando en mí
aguas, deshielos y andantes,
y no han marcado en tiempo
lo que anela este circo de fronteras.
Pero llevo mucho para darme cuenta
del cuartel que guardan los humanos con la muerte
y sé que se sienten diferentes
por creerse controlar un pedazo de mi tierra,
migajas de verdad.

La gravedad

La piedra no quería caer...
La gravedad le pidió que cayera,
de otra forma quedaría en ridículo
con la verdad.
Pero la piedra no cayó.

Viento agita mi mente

Viento, golpea en mi frente y pregúntame si esta es la fiesta prometida.
Viento, revuelve a la gente y acércalos a mi locura
para darle cuerda a este entierro
Viento eleva mi cuerpo sobre la punta del pié para despegarme de sumisiones,
sopla cuando esté sereno para hacerme hablar sin repeticiones incisivas.
Te agradezco que bufes fuerte al girar la esquina
para revolver ficciones en el aire
Viento agita mi mente y evoca mil palabras inimaginables.

La máquina del viento

La máquina del viento no existe.
La máquina del viento existe donde existe el viento.
No se deja alcanzar por ninguna expresión formal que no sea el viento, y por poco se deja nombrar.
Desoye su explicación lógica.
Nadie puede hablar de la máquina del tiempo si no es con palabras que deshacen la máquina del tiempo.
Existe en mi mente cuando sopla el viento.

A mi Rio

Bienvenido a la playa de guapos,
yo solo tengo mi culo para poder entrar,
el resto: calvo, flaco y cejudo.

La gracia no se ve con los ojos
y puede uno quedar confundido
sobre el sentido del muestrario de cuerpos que,
por otra parte, podrían pertenecer a alguien simpático,
pero no se ve.

Mi Rio, tienes la cara bonita, la playa lavada
y zanahorias licuadas listas para servir,
pero no sirves para nada
más que alimentar ilusiones de dulzura,
amargadas por verdades que suelen llaman tristes:
cartones, violencia...

¿Y si no? Nos aburriríamos tanto...
y hablaríamos del viento,
de la libertad...
Estoy imaginando, ¿verdad?
Y luego nos aburriríamos del viento y la libertad,
y finalmente nos pelearíamos, ¿verdad?
Y todo sería otra vez violento, ¿verdad?
Mentira.

Ay... Rio
mi Rio de Janeiro,
después de tantos años juntos
aun te aprecio por lo que fuiste
a través de las fotos de la enciclopedia y,
turísticamente hablando,
te odio a muerte.

Cartas del pasado #1

El niño era categórico: sabía que ya había pasado demasiado tiempo para que el problema fuera cuestión de tiempo. Tenía el campo de visión más amplio y necesitaba entender el funcionamiento de las drogas que todos demonizaban, así que rechazó hacer un trabajo creativo. ¿Cómo me voy a divertir si mi hermana se está muriendo? Tengo la necesidad de demostrar que la desinformación es el problema -razón esencial en mi vida, olvidada en el pasado.

Cartas del pasado #2

Un estado fruto de la música y el alcohol, más que del éxito del logro ciudadano.
Aun así ruge en las tripas ponerse a pintar, querer evitar la estratificación del pensamiento, y sobre todo no ser metanada, metalingüistico, metartístico, no hacer crítica del arte a través del arte. Y todo ello sin perder el recuerdo de haber querido ser reconocido en sus sentimientos. Me atrevo a decir que uno es consecuencia del otro.

Cartas del pasado #3

Cuando nadie caminaba por la calle
y lucía el Sol,
al ver después -mi amor consumado- a las personas
formando multitud
no entendí.

Con suerte o intuición
me reencontré con ese tipo silencioso que se conforma con hablar consigo mismo
y con algunos libros,
que analizaba las palabras pronunciadas
e intentaba ser exacto.

El olvido era su negación,
la memoria yo.

Palabras amuleto

Palabras amuleto,
os llaman poesía.
Abrís ojos atentos a un vuelo que otros ni miran

Palabras amuleto,
observando confiadas desde la ventana
solamente podéis esperar esperanza.

Palabras amuleto,
mañana os saco del papel para la cena,
seguro.
Sobre la mesa:
risa, mono, lío, vilipendiar,
roto, vale, beso, curiosidad.

Vilipendiar en una pregunta,
curiosidad en las pupilas,
en un chiste mono
y risa en el silencio,
cuando ella no mire pongo vale en su vino
y beso en mi boca
su copa tropieza con roto
y el vino se mezcla con lío

Palabras amuleto,
mañana os saco del papel,
seguro
mañana os saco.

palabras…

amuleto.

¿Cuándo ponerse los guantes?

(a Estela)

¿Cómo se atreve señorita
si aún estamos en otoño,
si van todos descubiertos
de abrigos,
si aún tiene que ser mas duro,
si no duelen los helores
en las manos?

¿Cómo se atreve señorita
a contradecir al tiempo
que anuncia que no es invierno
y le susurra al oído
frío?

Fin del artista

Ya me acabo de desarmar de la ironía
Ya fin del artista
Con una seria felicidad ahora puedo empezar a aprender

La boca del metro

El metro almuerza cada mañana unos miles de ingenuos
que creyeron que prosopopeya era sólo un recurso literario.

El genio

El genio frotó su lámpara.

Si fuera rey

- Imagina que fueras rey. ¿Qué harías?
- Lo primero que haría si fuera rey es no ser rey.
- Eso es imposible.
- Tú me has pedido que imagine.

Un crimen atroz

(A Tomás, y a su hijo)

La pena se queja inquieta en el estómago…
Llegó el momento de cometer un crimen atroz,
cazarla allí mismo
antes de que comience a subir por el esófago
trepando por las cuerdas vocales,
antes de que salga por la boca a respirar aliviada.

Antes de que se escape
llegó el momento de cometer un crimen atroz,
disolverla desagradablemente con una solución soñadora.

La máquina de la alegría

La máquina de la alegría existió una vez,
Plasmada en alambres y cajas de música, con pilas eléctricas,
maderas y clavos,
perdida en un rincón
esperando el día que nunca llegará a funcionar.

Ahora sólo queda su nombre y las palabras que lo recuerdan.

Absurdo

- He leido tus libros y veo que te gusta el absurdo.
- Es lo más razonable que puedo escribir.

El vino

- ¿Es bueno ese vino?
- Debe de serlo: cuanto más bebo más me gusta.